Los Ananasi son muy celosos sobre su espacio personal, especialmente respecto al emplazamiento de su Nido, y a menudo disponen de algunas sorpresas para recibir a los invitados no deseados. Los Ananasi que usan este rito pueden aprovechar los cuerpos de víctimas anteriores o incluso sus exoesqueletos desechados y situarlos como perímetro defensivo dentro y alrededor de sus lugares escogidos. Lo más habitual es que estos guardianes estén enterrados o escondidos (entrar en un piso y encontrar un caparazón de araña gigante o un cadáver en putrefacción resultaría demasiado descarado para los Ananasi). Pero, una vez "activados" por la intrusión de alguien que no pertenece al lugar, estos autómatas se lanzan inmediatamente al ataque, empleando los métodos más simples para defender el hogar de su creador.

El Damhán debe invertir un punto de sangre y otro de Gnosis en cada guardián que cree, conservando los restos y animándolos con las energías que necesitarán para combatir a los intrusos. Las características físicas de estos guardianes son aproximadamente la mitad de las que tenían en vida y, a pesar de su aspecto, no tienen inteligencia real. Los Dones que afectan a la mente no los afectan. No se detendrán hasta que sean totalmente destruidos.